Javier Sampedro

Me dedico a la abogacía por vocación y no soy capaz de entenderla si no es en función de las personas que demandan mi ayuda como profesional del Derecho. Tengo pasión por el Derecho y no hay día que no aproveche un minuto para aprender algo más, pero tal aprendizaje sólo cobra sentido cuando lo aprendido es puesto al servicio de otras personas.

Cuando mis clientes me piden asesoramiento, sé que no sólo esperan que tenga un buen conocimiento de la materia sobre la que preguntan, sino que, además, quieren ser escuchados, quieren que comprenda cada detalle de la situación y, sobre todo, esperan que, cuando dé una respuesta, lo haga de un modo comprensible y didáctico, teniendo en cuenta que ellos no son expertos juristas y aclarando todos los aspectos, incluso aquellos que, por desconocimiento, no han planteado y son importantes. Quieren que la información que les proporcione sea suficiente para tomar decisiones. Ellos quieren eso y yo sé que, para que mi conocimiento sea útil a otros, necesito comprender su necesidad y hacer lo necesario para asegurarme de que el cliente ha entendido todos los extremos del problema.